15 junio 2008

Comenzó a comprendes que la felicidad no podía considerarse una propiedad privada que uno adquiere un día, como una herencia, y luego ya sólo tiene que cuidarla y evitar que se la roben o que pierda valor. La felicidad había que descubrirla cada media hora, cada minuto, se manifestaba de forma impredecible, y en términos generales era más agotadora e irritante que agradable y tranquilizadora.
Sándor Márai. La Extraña.

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