17 octubre 2007

SÍNDROME DE DIÓGENES

No sé si sabréis que voy andando a trabajar. Hago siempre el mismo recorrido; bajo por Raimundo, cruzo la Castellana y luego tuerzo a la derecha para subir por las tranquilas y poco concurridas calles de El Viso. Es una zona llena de casitas unifamiliares, casi todas ellas embajadas, consulados y empresas VIP, rodeadas de tantos árboles como cámaras de vigilancia. Una de estas supuestas cojo-compañías abandonó hace algún tiempo su también cojo-sede (quien sabe si para reubicarse en el barrio que realmente le corresponde) colgando en la puerta el pertinente cartel fosforito de “Oficinas Disponibles”. Pues bien, desde entonces el nuevo inquilino es un hombre pobre y loco que “vive” en el banco de la acera de enfrente rodeado de todos sus bártulos. Cachivaches que han ido aumentando en cantidad a la misma velocidad con la que se han ido acortando los días; los libros de cocina e Historia de España (1936-1975) se mezclan con revistas de moda que ojea con desconcertante avidez, los peluches se confunden con mantas de mil colores (y también mil olores) y una cafetera forma fila con dos despertadores que hace mil años dejaron de dar la hora, un carrito de muñeca le hace la competencia a uno de la compra, miles de latas abiertas y por abrir, el típico tetrabrick de vino… un tablero de ajedrez olvidado en un rincón. Al poco tiempo a su lado amaneció una mujer enjuta, casi sin dientes y con la mirada perdida, envejecida por la miseria y las drogas. Nadie les mira al pasar. Yo intento hacer recuento y anotar mentalmente las cosas nuevas que cada día van surgiendo a su alrededor como por arte de magia. Les observo; unos días él come y ella duerme a sus pies. Otros les veo enzarzados en discusiones ininteligibles de palabras desconocidas. Hay días que no se dónde se meten y otros en los que ella le da de comer a las palomas. Siempre sucios, harapientos y miserables. Pero hoy el cartel de la oficina había desaparecido y con él, todos los artículos de esta pobre-pareja-pobre. La acera había dejado de ser un escaparate de artículos del “marché des puces” para volver a convertirse en respetable acera. Ellos seguían allí… en el banco… solos, desorientados y tristes. Les habían arrebatado todo.

Todo… menos el infranqueable amparo de sus miradas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

nenica o nenico, quien quiera que seas.
La historia es muy bonita y emocionante, pero no sabemos quien lo ha escrito, así que para la proxima no te olvides firmar.
hasta pronto Anita.
Eleniski, Sylvyky, Belenru

Anónimo dijo...

nenica o nenico, quien quiera que seas.
La historia es muy bonita y emocionante, pero no sabemos quien lo ha escrito, así que para la proxima no te olvides firmar.
hasta pronto Anita.
Eleniski, Sylvyky, Belenru

Anónimo dijo...

La verdad es que el relato es sobrecogedor, descriptivo y sobre todo reflexivo. Que la narradora/o vuelva a escribir y sobre todo, al igual que las anteriores comentaristas, que se identifique.
Un beso pa la narradora, las comentaristas y las adictas/os al blog
Un beso, Juan

. dijo...

Teneis toda la razón, he olvidado firmar todas mis "diarreas mentales". Mea culpa!. "Síndrome de Diógenes", "Aquí no hay quien Viva" y "Mis Queridos Feonautas" (enviado en nombre de mi sobrina Lola) son incursiones mías en este vuestro blog. Espero que no os importe que vierta en él todas mis historietas. Un beso fuerte a todas!!!. Ana de la Rocha.

Anónimo dijo...

No nos importa en absoluto, nos encanta...y este es nuestro blog, de todos, incluida tu.
besos. Sylvyky