Bajo manteles de hierro
hierven los sueños.
Luego, te sientas a la mesa
y echan fuego las manos,
el alimento que tomas,
las caricias que te dieron
y quedan aún por darte.
Y ya mañana,
cuando nada haya pasado,
arderá todo tu cuerpo, en llama
vivate recogerás en casa:
allí lloran los huecos.
Nadie, ni tus lágrimas
te salvarán de ese
gran incendio.
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